domingo, 5 de julio de 2009

Sobre el dar muerte y otros afanes

Si yo enfoco mi mirada sobre el corazón de otro y le tiro un cuchillo, eso automáticamente me coloca en posición de verdugo/loco de mierda y demás etiquetas pasionales. Pero, ah, el cuchillo, la historia del cuchillo es otra, más interesante.

El cuchillo es uno de los objetos más felices que conozco. Yo cuchillo, soy tomado por un ser que me carga de energía, y vuelo como transporte: soy vector y portador de existencia. "Qué importante mi mensaje", me estoy diciendo, justo cuando llego al momento en el que debo cumplir con mi cometido: clavarme. Es allí donde comienza mi identidad como cuchillo propiamente dicho. Entonces cobro vida de la manera más plena.

Ahora, si no me clavo, si la energía de la que me imbuyeron no fue buena, es decir, si me caigo al piso… es ahí donde siento que debería estar hecho de otro material, como para poder hacerme pedazos contra el suelo y encontrar en la muerte el sosiego para la enorme vergüenza de ser tan poco cuchillo. En este caso seguramente volveré al cajón de la cocina; y compartiré la desazón de mi dueño mientras corto caracú para el perro, y envidiaré un poco la vida de mi primo, que es el cuchillo de Iván, el loco del barrio.

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